Bruselas, 27 sep (EFE).- Durante su primer día de visita oficial en Bélgica, el papa Francisco declaró que los abusos a menores «son la vergüenza y la humillación de la Iglesia», subrayando que la única respuesta adecuada es pedir perdón. Estas palabras resonaron en su discurso frente a las autoridades del país en el Castillo de Laeken, donde también sostuvo un encuentro con los reyes Felipe y Matilde.
«Esta es la vergüenza que todos compartimos hoy; hay que confrontar y resolver este problema», enfatizó el pontífice, haciendo referencia a los escándalos que han sacudido a la Iglesia católica. El papa improvisó durante parte de su intervención, añadiendo: «Mi pensamiento va a los santos inocentes de los tiempos de Herodes, pero ahora es la Iglesia la que ha cometido este crimen. La Iglesia debe pedir perdón y enfrentar la situación con humildad cristiana, haciendo todo lo posible para que no vuelva a suceder».
Reconociendo la gravedad de los hechos, Francisco añadió que aunque los abusos también ocurren en otros ámbitos, como en las familias o en el deporte, «un solo caso en la Iglesia es suficiente para sentir vergüenza». «Tenemos sólo que pedir perdón, y esa es nuestra vergüenza y humillación», insistió con firmeza.
El papa también abordó los esfuerzos de la Iglesia para combatir lo que llamó «la plaga» de los abusos a menores, afirmando que la institución está actuando «con determinación y firmeza», escuchando y acompañando a las víctimas, además de implementar programas de prevención en todo el mundo. También expresó su pesar por los casos de «adopciones forzadas», una problemática que se ha revelado recientemente.
En respuesta a las declaraciones del pontífice, el primer ministro belga en funciones, Alexander De Croo, instó a la Iglesia a tomar «medidas concretas» en relación con los abusos, subrayando la necesidad de «escuchar a las víctimas», reconocer «las atrocidades» y hacer justicia.
En su discurso, Francisco también se refirió a la misión de la Iglesia, que, según él, busca colmar los corazones de alegría con sus obras de caridad y sus innumerables ejemplos de amor al prójimo. Sin embargo, el pontífice reconoció que la Iglesia ha vivido atrapada en mentalidades de épocas pasadas, que no siempre reflejaban el mensaje del Evangelio en su pureza y totalidad.
El papa también expresó su consternación por las «adopciones forzadas» que ocurrieron en Bélgica entre las décadas de 1950 y 1970, un tema delicado que ha salido a la luz en los últimos años. «En esas historias dolorosas, se entrelazaron crímenes como el robo de bebés con la mentalidad equivocada de la época», explicó el papa. Añadió que quienes participaron en esos actos creían en su conciencia que estaban haciendo lo correcto tanto para los niños como para las madres.
«Tenemos sólo que pedir perdón, y esa es nuestra vergüenza y humillación»
El papa relató cómo, en muchas ocasiones, tanto familias como entidades sociales, incluida la Iglesia, consideraban que, para evitar el estigma de ser madre soltera, lo mejor era que el niño fuera adoptado. «Hubo casos en los que ni siquiera se les dio a las mujeres la opción de decidir si quedarse con su hijo o entregarlo en adopción», agregó el pontífice.
Según el podcast Kinderen van de Kerk (Hijos de la Iglesia), publicado por el periódico belga Het Laatste Nieuws en diciembre del año pasado, la Iglesia vendió alrededor de 30.000 niños sin el consentimiento de sus madres entre el final de la Segunda Guerra Mundial y la década de 1980.